miércoles, 2 de marzo de 2011

El Manuscrito Voynich

El Manuscrito Voynich

El Manuscrito Voynich es el libro más misterioso de la historia de la Humanidad. Escrito entre los siglos XV y XVI, se lo vio por última vez en 1666. Luego desapareció, para ser redescubierto recién en el siglo XX.

El libro está escrito en un código incomprensible que nunca ha podido ser descifrado. Sus folios de pergamino están cubiertos de cientos y cientos de ilustraciones de mujeres desnudas, plantas y constelaciones. Los vegetales que muestran no existen en la naturaleza, y la mayoría de los diagramas astronómicos son también desconocidos.

En 1572 Rodolfo fue coronado rey de Hungría, más tarde subió al trono de Bohemia, y en 1575 fue nombrado rey de Alemania. Por último, en 1576, a la muerte de su padre, fue coronado Emperador romano con el nombre de Rodolfo II.

El reinado de Rodolfo II es importante en la historia y en la ciencia por varios motivos, tanto encomiosos como negativos. Se lo recuerda, por ejemplo, como el soberano que no supo impedir las guerras religiosas y a quien se le fue de las manos el conflicto que culminaría conociéndose como Guerra de los Treinta Años.

Inversamente, la ciencia lo recuerda con respeto y agradecimiento, ya que fue este soberano quien ejerció el mecenazgo sobre Tycho Brahe y Johannes Kepler, y todos los historiadores de la ciencia están de acuerdo en que ninguno de ellos hubiese logrado lo que logró sin el apoyo político y económico de Rodolfo II.

Con una larga historia hereditaria de demencia y antecedentes de depresión y tendencia a la excentricidad, la salud del monarca fue decayendo sensiblemente hasta morir, casi loco y totalmente recluido en su palacio de Praga, en enero de 1612.

Durante toda su vida, Rodolfo II se interesó por la magia, la alquimia, la brujería y los objetos y libros extraños. Su mansión de Praga se convirtió en el centro de reunión no sólo de astrónomos y científicos serios como Tycho y Kepler, sino también de religiosos como Giordano Bruno (luego quemado por hereje), magos negros como John Dee y mistificadores, aventureros y falsarios como Edward Keller

Se dice que la colección de textos que reunió sobre esos temas era soberbia, y aquí entra el Sacro Emperador en nuestra historia del Manuscrito Voynich.

El hombre por cuyo apellido iba a conocerse todo este asunto para la posteridad nació mucho después, el 31 de octubre de 1865 en Kaunas, Lituania, bajo el complicado nombre de Wilfryd Michal Habdank-Wojnicz. "Habdank" es el nombre de un clan heráldico polaco, ascendencia que nuestro héroe compartía, pero, dada la dificultad de la gente para pronunciarlo, pronto lo abandonó.

Químico y farmacéutico, estudió en las Universidades de Varsovia y San Petersburgo, doctorándose en su especialidad por la Universidad de Moscú. Acosado por problemas políticos fue encarcelado, y en 1885 fue deportado a Siberia. huyó a Alemania y se escondió en Hamburgo

Luego en Londres se casó y pasaba su tiempo escribiendo y enviando a Rusia literatura revolucionaria y traduciendo al inglés las obras de Marx y Engels.


Wojnicz (que a esta alturas había anglicanizado su nombre y ya firmaba "Voynich"), comenzó a interesarse por los libros, manuscritos y catálogos antiguos. En esta tarea prosperó, y pronto estableció un importante comercio de libros raros en Soho Square N° 1, Londres, a donde acudían todos los coleccionistas deseosos de adquirir un ejemplar largamente soñado.

En 1912, Voynich viajó a Italia por segunda vez: ya había estado en ese país en 1898. En ese segundo viaje, totalmente dedicado a la adquisición de volúmenes antiguos para su negocio, recaló en la biblioteca del Colegio Jesuita de Villa Mondragone en Frascati, una población cercana a Roma.

Revisando un arcón que contenía los libros que los curas deseaban vender, le llamó la atención un volumen en cuarto escrito en unos extraños caracteres que Voynich no pudo identificar.

Pasando las hojas del manuscrito, observó que la mayoría de ellas estaban ilustradas con dibujos de diversas plantas, estrellas y figuras humanas, ninfas o mujeres desnudas.



Para colmo de las sorpresas, entre las páginas del libro Voynich halló una antigua carta en latín, fechada en 1666.

Los sacerdotes se mostraron de acuerdo en vender a Voynich el manuscrito y su carta, y éste los llevó a su negocio londinense. Confundido por los extraños símbolos que cubrían las páginas, Voynich fotografió cada una de ellas por el anverso y el reverso (son en total 246), y envió las copias a los más reputados lingüistas de su tiempo: ninguno de ellos fue capaz de identificar la lengua, como tampoco el juego de caracteres con el que el libro está escrito. Era sólo el comienzo de una de las historias más increíbles y uno de los enigmas más sorprendentes de la historia de la ciencia humana.

El Manuscrito Voynich es bastante pequeño: sus páginas miden apenas 15 por 22 cm. Sus páginas son de vitela, una especie de pergamino hecho de cuero de cordero muy trabajado y fino, y todo el libro ha sido escrito por la misma mano. Contiene más de 40.000 palabras y la mayoría de las páginas incluye ilustraciones. Solamente 33 de sus páginas son sólo texto.

No tiene título, fecha ni indicación del autor. No está tampoco dividido en secciones ni capítulos pero, en base a la naturaleza de las ilustraciones, los expertos lo han dividido tentativamente en cinco partes, denominadas Herborística, Astronómica, Biológica, Farmacéutica y Recetario, esta división puede ser totalmente errónea, por el hecho de que, desde el momento en que no se comprenden los textos, está basada exclusivamente en las ilustraciones. Muy bien la sección de astronomía pudiera tratar sobre historia de la hidráulica y la de herboristería contar una novela burlesca



La sección herborística ocupa más o menos la mitad del manuscrito (u

nas 130 páginas). En cada página hay normalmente el dibujo de una planta, acompañada de una breve ¿descripción? de la misma. En algunos pocos casos se describen dos ejemplares en una misma página. Las ilustraciones, por supuesto, llevan casi un siglo sometidas al análisis de los botánicos y biólogos. La previsible pero no menos sorprendente conclusión es que la inmensa mayoría de ellas corresponde a plantas que no existen ni han existido nunca, o, dicho en otras palabras, a especies que no pueden ser identificadas por ningún botánico del mundo.

Esta norma, por cierto, tiene unas pocas excepciones: por ejemplo, la hoja dibujada en la página 42 vuelta pertenece a Rumex acetosa, una hortaliza que se come como hoja verde en ensalada. Se trata de la conocida "acedera", de sabor ligeramente amargo (de allí su nombre latino). Junto al dibujo de la acedera puede verse, en la misma página, una imagen más pequeña de una hoja perteneciente a una especie del género Oxalis Linneo. Lo único que ambas plantas tienen en común es el gusto amargo debido a que ambas contienen ácido oxálico, que en grandes dosis es sumamente tóxico. ¿Por qué figuran en el libro? Misterio . En la página 100 hay un dibujo de una planta que, dado el parecido, ha sido identificada por el botánico O´Neill como Botrychium lunaria Swartz. Su nombre común es "lunaria menor", y desde antiguo se la conoce como astringente y antidiarreica.
En la sección "astronómica" encontramos dibujos de soles, de lunas y de estrellas, y algunas páginas muestran también símbolos astrológicos.
a sección biológica muestra enormes cantidades de dibujos de mujeres desnudas, casi todas bañándose en cisternas o piletas interconectadas por lo que parecen ser complejas instalaciones de plomería, con caños, sifones, derivaciones, etc. Una interpretación bastante lógica estima que estas conducciones de agua representan, en sentido figurado, a los vasos sanguíneos, el sistema cardiocirculatorio, el aparato digestivo y los órganos reproductivos.
La parte "farmacéutica" continúa con los dibujos de plantas y se ven numerosos frascos con etiquetas. Por último, la sección llamada Recetario consiste en breves párrafos, cada uno indicado con una estrella en el margen izquierdo

Muy clara es la semejanza del Manuscrito Voynich con un manual medieval de alquimia o magia: a pesar de que el idioma y los caracteres son desconocidos, muchas de las ilustraciones están relacionadas con símbolos y encantamientos utilizados en textos alquímicos perfectamente estudiados. Un manuscrito bizantino del siglo IX contiene un dibujo de una ninfa en el interior de un círculo con signos del zodíaco que es prácticamente idéntico a una imagen del Voynich, incluyendo la postura de la figura femenina (a pesar de que el otro texto ha sido realizado con una técnica, unas herramientas y materiales completamente diferentes del Voynich).

La fecha de composición del manuscrito es también bastante fácil de establecer. Ciertos aspectos de los caracteres definen a la caligrafía utilizada como "cursiva humanista", un estilo de escritura que estuvo en boga en Europa durante un par de décadas del siglo XV. Por añadidura, el estilo de los peinados que llevan las figuras femeninas es exactamente el de los que se utilizaron entre 1480 y 1520. No hay duda al respecto.

al momento de ser redescubierto por Voynich en 1912, el extraño libro guardaba entre sus páginas una carta. Sin embargo, no es la primera que se escribió sobre el Manuscrito. Hubo otras tres, y, curiosamente, las cuatro estaban dirigidas al mismo hombre: Athanasius Kircher.se conservan 3 de ellas.

Científico, matemático e inventor, Kircher desarrolló un instrumento para medir el campo magnético terrestre , un eficiente anemómetro, y diversos tipos de relojes solares. Fue astrónomo, geógrafo, sismólogo y vulcanólogo, y lingüista experto en idiomas orientales. Tanto, que fue el primero en traducir el texto alquímico La Tabla Esmeralda del árabe al latín. Fue experto en antigüedades egipcias y reputado descifrador de jeroglíficos, disciplinas ambas sobre las que escribió varios libros.

Fue el primer lingüista en comprender que el copto era una lengua derivada del egipcio antiguo, y fue comisionado por el Papa para traducir los textos de un obelisco egipcio que se llevó a Roma. Hallada la Piedra de Rosetta varios siglos más tarde, y traducida la lengua egipcia por Jean-Francois Champollion, hoy se sabe que la traducción de Kircher estaba completamente errada, pero en su tiempo, su reputación de lingüista y orientalista llegaba al punto de llamarlo universalmente "el hombre capaz de leer cualquier texto".

Es a causa de ello que uno de los primeros propietarios del Manuscrito Voynich, Georg Baresch, pensó en Kircher como el único hombre capaz de interpretar sus extraños caracteres. Así, Baresch le escribió una carta en 1637, en la que le pedía estudiara el texto y tratara de hallar una solución al problema. Esta primera carta se ha perdido, y no parece que Kircher le haya dado mucha importancia, porque tampoco se halla una respuesta.

Baresch volvió a escribir al erudito dos años más tarde. Esta segunda carta sí se conserva

Voynich encontró otra carta. La misma, por cierto, también está dirigida a Kircher y está fechada en 1666 el autor de la misiva es Johannes Marcus Marci de Cronland, rector de la Universidad de Praga. Sabemos (porque se conserva) que Marci también había escrito una carta anterior a Kircher sobre el mismo asunto

Tantas cartas al mismo hombre sobre el mismo tema nos llevan a conjeturar que Kircher era perfectamente consciente de que no podía ni podría descifrar el manuscrito y que, siendo una celebridad científica y lingüística mundialmente respetada, tenía vergüenza de responder a sus corresponsales diciéndoles que el asunto superaba su conocimiento. En consecuencia, hizo lo único que podía hacer sin sacrificar su orgullo: guardó silencio y jamás le contestó a nadie.

Pero la segunda carta de Marci, la que Voynich encontró dentro del Manuscrito, es especial porque aporta, por primera vez, elementos internos de la historia del libro e, incluso, ensaya una hipótesis acerca del autor de la extraordinaria obra. El original se encuentra en la Biblioteca Beinecke, está escrito en un latín muy culto y ha sido traducido al inglés por John Tiltman. -"Reverendo y distinguido Maestro, Padre en Cristo: este libro, que heredé de un íntimo amigo, estuvo destinado a ti desde que llegó a mis manos, mi muy querido Athanasius, porque estoy convencido de que nadie más que tú será capaz de leerlo"

Marci continúa diciendo: "El propietario anterior de este libro (a quien, aunque Marci no nombra, se trata de Georg Baresch) pidió una vez tu opinión por carta (error: la pidió dos veces, sin obtener respuesta), copiando y enviándote un extracto del libro, del cual pensaba que serías capaz de leer el resto, pero en ese momento no quiso enviarte el libro en sí".

Dos párrafos más abajo, Marci revela a Kircher algunos datos trascendentales. Dice textualmente: : "El profesor de lengua bohemia de Fernando III, entonces rey de Bohemia, el Señor Doctor Rafael, me ha contado que el antedicho libro perteneció al Emperador Rodolfo (se refiere a Rodolfo II de Bohemia), que pagó por el libro a su poseedor la cantidad de 600 ducados. Él (no está muy claro si se refiere a Rodolfo, al desconocido que se lo vendió, al tal Rafael o a Baresch) creía que el autor era el inglés Roger Bacon".

La carta Marci es la pieza de información que enlaza, entonces, al Manuscrito Voynich con Rodolfo II, introduciendo además en el ya de por sí complicado asunto al sacerdote franciscano del siglo XIII, monje, matemático, filósofo y alquimista inglés Roger Bacon.

Y tiene sentido, porque fue Bacon quien permanentemente preconizaba en sus trabajos que los conocimientos científicos no estaban destinados al público en general, sino que los sabios harían muy bien en publicar los libros en códigos cifrados.

Desde que Rodolfo II se lo cedió (¿vendió?) a Baresch y desde que éste se lo heredó a Marci, perdemos su rastro durante la friolera de 246 años, hasta que Voynich lo redescubre en el monasterio jesuita. ¿Cómo llegó el manuscrito hasta allí?

Una vez en Londres, el manuscrito permaneció en manos de Voynich hasta la muerte del librero.

Ethel Boole Voynich, su viuda, aparentemente lo vendió. Esto resulta extraño, porque la fecha que se maneja es 1961, pocos meses antes del fallecimiento de la dama. Si el matrimonio había conservado celosamente el documento durante casi medio siglo ¿qué sentido puede tener venderlo poco antes de morir? Se trata de otro de los misterios inexplicables en la incomprensible historia del libro.

Como sea, el Manuscrito Voynich aparece posteriormente en manos del experto en libros antiguos H.P Kraus, de nacionalidad norteamericana. Kraus manifestó haber pagado por él a Ethel Voynich la suma de 24.500 dólares, con la intención de revenderlo por una cantidad superior.


El primer intento serio de decodificarlo llegó en 1921, de la mano del Profesor Newbold de la Universidad de Pennsylvania. Newbold observó que en cada caracter había unos trazos misteriosos, tan pequeños que sólo podían ser vistos con lupas muy potentes. Creyó identificar esos trazos como caracteres griegos, y concluyó que había un subtexto griego oculto por los caracteres desconocidos. Por razones no muy bien aclaradas, Newbold afirmó que el texto griego microscópico era el verdadero contenido del Manuscrito Voynich, que databa del siglo XIII y que su autor era Roger Bacon. Estos dos últimos asertos siguen obviamente la carta de Marci, pero lo de las letritas griegas fue desestimado científicamente menos de una década más tarde. Lo que el académico creyó que eran "trazos griegos" no son más, en realidad, que grietas microscópicas en la capa de tinta de los caracteres, provocados por el mero paso de los siglos.
Los fracasos continuaron. En 1940 Joseph M. Feely y Leonell C. Strong, ambos criptógrafos aficionados, intentaron aplicar una técnica llamada "cifrado de sustitución", que no es más que asignar a cada caracter del texto una letra del alfabeto latino. Es la simple técnica utilizada en "El escarabajo de oro", de Poe. Según ellos, lograron traducir todo el manuscrito, salvo que... el resultado no tenía ningún sentido.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el equipo de criptógrafos que rompió el código de la Armada Imperial Japonesa pasó bastante tiempo descifrando textos antiguos encriptados. Tuvieron éxito con todos menos con el Voynich.
En 1978 el filólogo aficionado John Stokjo aseguró que el texto estaba escrito en ucraniano pero sin las vocales. Su traducción, desafortunadamente, no se correspondía con las ilustraciones ni tenía que ver con la historia de Ucrania. Contenía frases tan "claras" como "La Vacuidad es aquello por lo que lucha el Ojo de un Dios Bebé" (¿?)
Un médico llamado Leo Levitov afirmó en 1987 que el documento había sido escrito por los cátaros, secta herética que floreció en la Francia Medieval, y que estaba escrito en una mezcla de palabras de varios idiomas. La traducción de Levitov, sin embargo, entraba en franca contradicción con la teología cátara, que se encuentra perfectamente documentada.

El más serio de los intentos recientes, y posiblemente el único que ha aplicado un razonamiento abarcativo, inteligente y creativo, es el del doctor Gordon Rugg, que comenzó a interesarse en el Manuscrito Voynich alrededor del año 2000. Lo interesante es, como se apuntó al principio, que Rugg no es filólogo, lingüista ni historiador, sino médico y psicólogo, recibido en la Universidad de Reading en Inglaterra en 1987.
Rugg comienza especulando acerca de que el fracaso de los intentos de decodificar el libro puede significar que tal vez no haya ningún código que descifrar: después de todo, el manuscrito muy bien puede no contener mensaje alguno, siendo tan sólo el fruto de una elaborada broma.

Los críticos de esta hipótesis han argumentado que el voynichés es demasiado complejo para no tener sentido. ¿Cómo podría un bromista medieval producir 230 páginas de un texto con tantas sutiles regularidades en la estructura y la distribución de las palabras?

hay un rumor de que un aventurero inglés llamado Edward Kelley habría pergeñado todo el asunto para defraudar al crédulo Rodolfo II, ya que se dice que el emperador pagó la suma de 600 ducados por el libro —algo así como 50.000 dólares de hoy".

Pero suponiendo por un momento que el manuscrito no es un engaño ni está escrito en código. La tercera posibilidad sería: ¿podría corresponder a un idioma desconocido?

Rugg responde a esta pregunta de la forma siguiente: "A pesar de que no podemos descifrarlo, sí sabemos que el texto muestra una desacostumbradamente alta tasa de regularidad. Por ejemplo, las palabras más comunes a menudo aparecen dos o más veces por renglón.

Este grado de redundancia no se encuentra en ningún lenguaje conocido. En sentido contrario, el voynichés contiene muy pocas frases donde dos o tres palabras diferentes aparezcan juntas. Estas características hacen muy improbable que el voynichés sea una lengua humana: sencillamente, es demasiado diferente de todos los demás idiomas conocidos".

La posibilidad de que el manuscrito sea sólo un muy bien tramado engaño con intencionalidad económica o, sencillamente, los delirios de un alquimista loco esta en discusión. "La complejidad lingüística del texto parece argumentar en contra de esta teoría", afirma Rugg. "Además de la repetición de palabras, hay numerosas regularidades en la estructura interna de los vocablos.

Un método simple de ´elegir y mezclar´ que combinase las sílabas al azar nunca podría producir un texto con tal grado de regularidades. El voynichés es, asimismo, mucho más complejo que el discurso patológico observado en pacientes con daños cerebrales o desórdenes psicológicos. Incluso si un alquimista loco diseñó una gramática para una lengua inventada por él, y se pasó luego años y años escribiendo un manuscrito que empleara esa gramática, el texto resultante no presentaría las características estadísticas que encontramos en el Voynich".

Quedaba por probar el tiempo que se tardaría para escribir un libro como el Manuscrito Voynich. Uno de los argumentos utilizados y socorridos por los ocultistas para desestimar la teoría del fraude siempre fue, precisamente, que un falsificador medieval hubiera tardado años o décadas en completar un manuscrito tan complejo y elaborado. Nunca nadie se había puesto a cronometrar un intento serio.

Mientras tanto, el volumen causante de toda esta investigación y tantos desvelos duerme hoy en una vitrina. Pasaron por el misterio, a los largo de 500 años, las figuras de Rodolfo II, Roger Bacon, Voynich, John Dee, Kircher, Kraus, Marci, Kelley, Baresch, y los investigadores modernos Stolfi, Cardano, Joanne Hyde, Aylward y el propio Rugg. Todos ellos estuvieron presentes

En 1969, harto ya de intentar venderlo, H.P Kraus donó el Manuscrito Voynich a la Universidad de Yale, la que lo archivó, junto con la Carta Marci, en su Biblioteca Beinecke de Libros Raros.

Allí sigue, rotulado con el número de catálogo MS 408, junto a la carta de Marci (MS 408A).

Dicen los que lo han visto que parece sonreír y guardar silencio, como si supiera un secreto que no somos ni seremos capaces de develar.

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