jueves, 26 de noviembre de 2009

gulliver


La divulgación literaria de viajes oceánicos era común incluyendo la invención de culturas extrañas y "salvajes", diseñadas deliberadamente para mover las conciencias de los británicos de la época.

Con el título original de Viajes por varias naciones lejanas del mundo. es una de las sátiras políticas más importantes de la historia.
Anticipó muchas discusiones actuales sobre la filosofía de la ciencia, la búsqueda de la inmortalidad humana, y los derechos de los animales
Curiosidades
Escrita 150 años antes del descubrimiento de Fobos y Deimos, en Los viajes de Gulliver Jonathan Swift menciona cómo los astrónomos de Laputa habrían descubierto "dos estrellas menores, o satélites, que orbitan sobre Marte", describiendo también el radio de sus órbitas y el tiempo en completar una revolución de cada uno, con valores sorprendentemente cercanos a los reales, "de tal forma que el cuadrado de sus ciclos periódicos se acercan en igual proporción con el cubo de su distancia al centro de Marte". En realidad Swift hacía mención a los dos satélites marcianos intuidos por Kepler y a sus leyes, con especial referencia a la tercera.
Swift describe también, en el país de los Houyhnhnms a unas criaturas imaginarias llamadas Yahoos de las que toma el nombre la empresa de servicios informáticos Yahoo!.
El libro se divide en cuatro partes en las cuales atendiendo a las diversas culturas exóticas o extrañas citando:
El viaje a Liliput.
El viaje a Brobdingnag.
Viajes a Laputa, Balnibarbi, Luggnagg, Glubbdubdrib y el Japón.
El viaje al país de los Houyhnhnms.
Los «Viajes de Gulliver» son, en efecto, un libro de aventuras maravillosas que se puede leer como tal, con el asombro de los mundos imaginados, islas voladoras, continentes remotos poblados de seres fabulosos como los gigantes de Brobdingnag o los inmortales de Luggnagg... pero estos viajes son fundamentalmente una sátira crudelísima de las sociedades humanas y de la propia especie.
El médico Lemuel Gulliver sufre una serie de naufragios que le arrojan a costas desconocidas.
Su ubicación no se indica en el libro con precisión, pero sí se dice que el naufragio que llevó allí a Gulliver tuvo lugar al noroeste de la entonces llamada Tierra de Van Diemen, actual Tasmania, a 30º 2' de latitud sur. (Esta posición geográfica en realidad se encuentra en el interior de Australia, cuya cartografía era todavía relativamente desconocida en época de Swift).

Así sucede en la guerra que Liliput mantiene con Blefescu, comenzará a comprender y describir sus extrañas costumbres: sus castigos a defraudadores y delatores, sus recompensas a quienes se portan como buenos ciudadanos, su atención a la moralidad antes que a la capacidad de las personas, preocupándose más de las virtudes que del nacimiento.
Admira también su fe en la providencia y la discriminación “positiva” que ejercen en la educación de los niños, a quienes muy pronto separan de sus padres. No obstante los liliputienses también están limitados por algunas cuestiones un tanto ridículas, como sus modos para elegir a los cargos de la corte, cuyo único y absurdo mérito ha de ser el equilibrismo pasando por encima o por debajo de un sable.
Igualmente apunta y critica la estúpida discordia civil entre los grupos de los “tacones altos” y los “tacones bajos” y, muy especialmente, la contienda que mantienen los liliputienses con sus eternos enemigos de la Isla de Blefusca, la potencia rival con la que aún debaten bizantinamente por qué lado ha de cascarse un huevo. El humano Gulliver, gigante en ese mundo de rencillas y disputas inútiles entre bandos y partidos, aún encontrará oportunidad para ejercer de “coloso de Rodas” bajo cuyas piernas desfila el ejército liliputiense, de sucio apagafuegos del palacio real e incluso ayudará a atrapar la flota enemiga. Sin embargo, una conjura palaciega le obligará a abandonar el exótico territorio, llevándose como muestra del increíble viaje unas diminutas monedas, vacas y ovejas
En el segundo viaje de la novela será una tempestad, pasado el Cabo de Buena Esperanza, la culpable de su nuevo naufragio, llegando a una isla en la que viven unos hombres y unos animales gigantescos. Ahora es simplemente un “grildrig”, un hombrecillo indefenso al viento de peligros descomunales.
Afortunadamente tendrá la protección de una niña que le tratará y cuidará como a su propia muñeca, viéndose también víctima de la exhibición como una atracción de feria, hasta acabar en manos de la soberana de la corte, esposa de un monarca digno y sabio que se dedica a las Matemáticas. No obstante, el ahora diminuto Lemuel conocerá también enemigos, que los hay en todas partes, pasando de la rivalidad del burlón enano de la reina a ser presa de un mono que se lo lleva como si fuera su cría.
Entre las costumbres de los gigantes de la tierra de Brobdingnag se destacan la benevolencia de los gobernantes -a quienes aterra la fabricación de armas-, la costumbre de dirigir el reino con “sentido común y razón, justicia, clemencia y pronta resolución de causas” y la redacción de muchas leyes que siempre son parcas en palabras –curiosamente, nunca exceden el número de letras de su abecedario-.
Antes de abandonar el lugar, llevado por las garras de un águila, recoge algunos recuerdos para corroborar ante los demás hombres su aventura: un peine hecho con pelos, aguijones de avispa, una gran muela o una sortija que le sirve de collar.
Sus mujeres, hartas de su elevación mental que en nada se diferencia de la estupidez, los engañan constantemente... En la ciudad de Lagado halla a una academia de inventores extraordinarios:
uno lleva ocho años intentando sacar sol de los pepinos,
otro se empeña en reciclar los excrementos para sacar de ellos el alimento original ( Swift detalla el aroma de este sabio entregado a eliminar el pigmento de las deyecciones, separando la bilis y retirando las partes viscosas)...,
un ciego de nacimiento se ocupa en inventar mezclas de color para los pintores...
En la Escuela de Matemáticas siguen un método asombroso que podría servir para evitar discusiones en algunas modernas reformas educativas: no hace falta pensar ni estudiar: se escriben los teoremas en una oblea utilizando tinta compuesta de un colorante científico: «al ser digerida la oblea por el estudiante la tintura cefálica ascendía al cerebro llevando consigo el teorema».
La Escuela de Planificadores Políticos Esta Academia de Lagado es en suma uno de los abismos de la necedad humana, el reino del absurdo total. Solo los inmortales de la ciudad de Luggnagg ofrecerán un espectáculo más deplorable, desdentados, ciegos, sin pelo, sumidos en la niebla del total olvido..

Gulliver abandona la nave-isla y baja a la capital, donde no encuentra sino más confusiones y extravagancias protagonizadas por la Gran Academia de Proyectistas ocupada por estudiosos que se ocupan de tareas disparatadas:
“cultivadores del saber especulativo” como los que trabajan en una máquina que mezcla palabras para obtener libros de leyes, política o filosofía; otros que ingieren teoremas y demostraciones con tinta de colorante cefálico para que su cerebro rinda más; también están aquellos que se denominan “planificadores políticos” y cuyo objetivo es evitar los partidos cortando medio cerebro de los gobernantes, trasplantarlo a los opositores y viceversa; o los que plantean poner un impuesto al vicio y la necedad; y otros dedicados a descubrir complots políticos estudiando excrementos humanos; incluso quienes pretenden terminar con el idioma reduciéndolo a simples nombres y que los hombres lleven listas con las cosas de las que van a hablar.
Lemuel viaja luego al puerto de Maldonada y a la isla de Glubb, donde se encuentra un grupo de hechiceros y magos capaces de devolver la vida durante veinticuatro horas a los muertos. Así, desfilan ante Lemuel personajes ilustres –Alejandro Magno, Aníbal, Julio César, Homero, Aristóteles... acompañados algunos por comentaristas que ni les conocen- que responden con sinceridad a cuestiones de su pasado tiempo, desmintiendo errores y manipulaciones de la historiografía, hablando sobre la traición, la violencia, la deslealtad y la rapiña como los auténticos motores de la humanidad junto con el perjurio, la opresión, el soborno, el fraude y la injusticia. Igualmente aparecen ante sus ojos antiguos héroes británicos cuya suerte y herencia ha sido dilapidada deshonrosamente por sus linajudos sucesores.
Llega por fin Gulliver a Luggnagg, un nuevo país cuyo monarca tiene la costumbre de recibir a sus visitantes obligándoles a arrastrase por el suelo y lamer el polvo. Aquí recibe noticias de los “struldbruggs” o “inmortales”: seres humanos que nacen con una peculiar marca circular en la ceja izquierda, y que nunca mueren. Lemuel imagina las grandes ventajas de semejante condición (sabiduría, experiencia) pero no puede imaginar la suerte real de estos pobres seres, pues en verdad los inmortales no conservan la juventud sino que envejecen física y mentalmente a partir de los treinta años, entrando en completa decrepitud a los ochenta, llenos de enfermedades y de olvidos, tratados como desposeídos y muertos; miserables gentes que no comparten generación alguna ni se identifican con nada; unos parias para quienes el mejor regalo es un recuerdo y que viven de la hospitalidad del resto de mortales.
Durante su cuarta y última travesía Gulliver sufre un nuevo revés del destino, esta vez un amotinamiento a bordo, y es abandonado más allá de Madagascar en una isla habitada por unos seres peludos con apariencia simiesca o semihumana. Nuestro protagonista es providencialmente salvado gracias a la aparición de un soberbio equino que hace huir a los monstruos: se trata de un animal de apariencia racional, uno de los caballos inteligentes o “Houyhnhnms”, cuya traducción al idioma de Gulliver sería “la perfección de la naturaleza”. En el mundo de estos caballos no existen los conceptos de mentira o falsedad, crimen o robo sino el sentido común, la paz, el debate y la razón. Los matrimonios se determinan por la pureza de razas y cumplen una educación espartana para los más pequeños. Ocupan un espacio de seres perfectos que se opone radicalmente a las bestias llamadas “yahoos”, controladas en rebaños para rebajar su peligrosidad. Frente a esta civilización excepcional apunta con tristeza Gulliver sus opiniones acerca de la condición humana, recordando las convicciones de su propia gente, unos yahoos al fin y al cabo, sumergidas en los errores, los vicios sociales y profesionales, las injusticias políticas, la holgazanería de la nobleza y el sufrimiento de los más humildes. ..
Los Houyhnhnms utilizan a los Yahoo como sirvientes, y los crían bajo su potestad pese a que los consideran seres netamente inferiores y francamente repugnantes. Los Houyhnhnms no conocen la palabra "mentira" dado que su total sumisión a la razón les impide decir lo que ellos llaman "la cosa que no es". Para ellos, el mero hecho de mentir es contrario a la razón. Podría decirse que el apego estricto a la razón de los Houynhnms se asemeja a la visión del filósofo griego Parménides.
Por medio de la caracterización de un animal por completo racional, parece estarse criticando la definición de lo humano que había dado Aristóteles. Swift concuerda con esa idea en una carta a Alexander Pope en la que señala que ha escrito un tratado que comprueba que el ser humano no es Animal racional, sino a lo sumo "ratione capax" o "capaz de razon". Tal vez para concluir con las críticas en los capítulos anteriores, este último viene a decir que todo aquello que se achaca a la sociedad proviene de la individualidad humana.
En pocos libros de la literatura universal se lleva a cabo una demolición más completa de las pretensiones humanas de razón y honorabilidad. Enanos y gigantes, académicos absurdos, inmortales idiotizados... todas las variedades que de algún modo comparten características humanas, están corrompidos por defectos de diversa gravedad, pero que revelan al fin la esencial maldad y el impenitente error de semejante especie. Solo los caballos houyhnhnms pueden considerarse modelos de virtud desde la perspectiva del narrador, amargado por su toma de conciencia de la inferioridad humana. Y sin embargo el lector percibe en estos seres idílicos una tal ausencia de sentimientos y de pasiones (no conocen entre todas sus virtudes la caridad, son inmunes al amor), que poco de modélico puede hallarse en ellos para las ilusiones y esperanzas humanas. Jonathan Swift, que murió en plena demencia, habría de dejar en su testamento parte de sus bienes para fundar un manicomio; redactó su epitafio con estas palabras latinas:
«Ubi saeva indignatio ulterior cor lacerare nequit»,
que en una traducción no el todo infiel se leerían: «A esta tierra llegó el viajero Swift, aquí donde la fiera indignación no puede ya lacerar el corazón

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