jueves, 22 de agosto de 2013

Los Periféricos miércoles 21 agosto 2013

  Reclamos en las redes sociales por el 24 de agosto: “la Noche de la Nostalgia ya no es lo que era”
                           Tarde o temprano tenía que ocurrir. Distintos usuarios de las redes sociales, están haciendo saber su descontento por la transformación (a su entender, negativa) que está sufriendo la fiesta del 24 de agosto, conocida oficialmente como “La Noche de la Nostalgia”. Creada hace treinta y cinco años por Pablo Lecueder, esta celebración reúne (en la noche previa al feriado del 25 de agosto) a personas que quieren revivir la ambientación, la música y hasta la forma de vestir de épocas pasadas. La expansión de los lugares con festejos similares, la inevitable  incorporación de épocas que al principio no formaban parte de la 'nostalgia', entre otros factores, están provocando la disconformidad de muchos uruguayos. “Esto de va de mal en peor. La Noche de la Nostalgia ya no es lo que era”.
                        Washington Federico Silva, es docente y tiene 58 años. Por la cantidad de comentarios vertidos en Facebook y Twitter, sin duda se ha transformado en el líder virtual de esta campaña de rechazo a los cambios  producidos en La Noche de la Nostalgia, con el paso del tiempo. Fuimos a buscarlo. Lo encontramos.
                      “Esto de va de mal en peor. La Noche de la Nostalgia ya no es lo que era”, comenzó diciendo a nuestro portal el profesor, “vos fijate, allá por los 80's, ¡qué música preciosa se escuchaba en la fiesta de Zum Zum y de poquitos lugares más! Ahora, comparala con la porquería de música que pasan ahora en las cinco mil fiestas que hay hoy...”, afirmó un visiblemente molesto Silva.

                             Buscado la explicación del cambio, nuestro entrevistado dio varios motivos que, a su entender, estarían conspirando contra la calidad de la fiesta: “esto no es de hace poco. Hace varios años que la cosa está empeorando. ¡Y cada año es peor que el anterior! Ponen unas porquerías de canciones modernas, de 1990 y ¡hasta después! ¿Cómo se puede sentir nostalgia de cosas de jóvenes? Es contradictorio... Y no te digo nada, cuando en el 2009 se decretó que era fiesta nacional. Fue la locura. Hasta se ven chiquilines, saliendo, vestidos de Travolta o con pelucas de 'african look'. Transformaron nuestra fiesta en Halloween...”, respondió, notoriamente abatido.

Consultado sobre alguna posible solución, el profesor Silva fue enfático: “¡claro que la hay! Alcanza con trasladar la Noche de la Nostalgia para otro día (o prohibirla, me da igual), y transformar la noche del 24 de agosto en la Noche de la Nostalgia de la Noche de la Nostalgia. De esta manera ponemos cada cosa en su lugar, y todos contentos. Sólo es necesaria la voluntad política para resolver esto... Pero claro, tenemos que lograr que los políticos se distraigan un poquito de la competencia electoral, y eso es difícil (sonríe irónicamente)”. Quisimos repreguntar sobre el carácter finito de su propuesta, y que en veinte años (a más tardar) tendríamos de nuevo el problema. Pero eso fue imposible: Washington Federico Silva ya se había retirando, tirando pasitos al estilo Footloose.
LANZAN MANUAL PARA SABER CÓMO COMPORTARSE ANTE LA REQUISITORIA DE DOCUMENTOS O DETENCIÓN POLICIAL
                                            ¿Dónde trabaja, dónde vive, usted quién es?
Un manual “para tenerla clara” informa a los jóvenes por qué y de qué manera la Policía puede solicitarles documentación y conducirlos a dependencias policiales. El trabajo, realizado a instancias del INJU, MIDES y el Ministerio del Interior, está basado en la Ley de Procedimiento Policial. Manual
Se divulgó este martes un manual que compendia información de la Ley de Procedimiento Policial, destinado al público juvenil, y que informa sobre las conductas a tener con motivo de una detención o solicitud de documentación.
                               El trabajo fue realizado a instancias del INJU, MIDES y el Ministerio del Interior, y contiene recomendaciones e información sobre la normativa vigente.
                                 El manual recuerda que "la Policía puede solicitar información a toda persona que razonablemente pueda coincidir con aquella que está buscando en el marco de un procedimiento. Si te negás a identificarte, te llevarán a la dependencia policial más cercana y se informará de inmediato al juez competente", e informa que, aunque se muestre la documentación requerida, "pero la Policía tiene dudas fundadas sobre los documentos o testimonios, te podrán llevar a la dependencia policial correspondiente para confirmar tu identidad frente al Juez".
                                En cuanto a la documentación, señala que se puede exhibir "cédula, credencial, libreta de conducir o todo documento idóneo de identidad", y que el ciudadano puede exigir al funcionario policial que se identifique con su "nombre, apellido, grado y número de funcionario, exhibiendo su identificación policial"
Además, señala que "salvo el caso de delito in-fraganti (...) la Policía debe contar con la correspondiente orden del juez competente para poder trasladarte a una dependencia policial", y que "a incomunicación "con familia, abogados, allegados y testigos solamente se utilizará como medida de urgencia para evitar que se afecte la indagatoria o se incida en los elementos probatorios", entre otros puntos.

                                  Según declaraciones de Ricardo Pérez Manrique, ministro de la Suprema Corte de Justicia, los procesamientos por “omisión a los deberes inherentes a la Patria Potestad” fueron escasos desde la creación de la Ley de Seguridad Pública, en 1972, poco antes del comienzo de la dictadura. Sin embargo, en las últimas semanas cuatro madres fueron a la cárcel bajo esa imputación, luego de que sus hijos menores de edad cometieran delitos violentos. La medida fue saludada por muchas personas, sin duda convencidas de que el descontrol y la violencia en la que estamos inmersos reclaman medidas urgentes y firmes que sean, por sí solas, un mensaje del Estado hacia todos los sinvergüenzas que no respetan la vida, ni la propiedad, ni el trabajo ajeno.

      La pretensión sería conmovedora, por lo ingenua, si no fuera aterradora por lo peligrosa. En primer lugar, cuesta imaginar que un juez penal crea, honestamente, que un castigo ejemplarizante como ése pueda llegar a modificar en algo las circunstancias que atraviesan los menores que cometen delitos, o sus madres. Es poco probable que crea que estas madres van a ocuparse más responsablemente de sus retoños; que van a enseñarles, con la palabra y el ejemplo, el camino del bien, por temor a ir presas. Lo que sí parece probable es que los jueces hayan echado mano a ese recurso legal para mandar un mensaje dirigido no a las madres de delincuentes en acto o en potencia, sino al resto de la sociedad.
                                 Un mensaje explícito (alguien pagará por esto) cuyo mensaje implícito es que la primera y última tarea de una madre es ocuparse de sus hijos y no perderlos de vista. Y si la madre no tiene autoridad, o no quiere ejercerla, o no sabe cómo hacerlo, el Estado la ejercerá sobre ella, para que aprenda en carne propia lo que no supo enseñar a sus hijos. Con una claridad que sorprende que no tenga todo el sistema judicial, Pérez Manrique señalaba (en entrevista con Emiliano Cotelo, en El Espectador) algo que también habían observado las autoridades del Inau: que las madres de menores infractores suelen tener muchos hijos a su cargo, y que mandarlas a la cárcel no sólo no resuelve el problema que ya existe con el hijo infractor sino que además agrava la situación de los demás hijos, que quedan desamparados.
                                 Tan obvio es ese razonamiento, tan elemental y transparente que sólo es posible pensar que el gesto autoritario de la Justicia está dirigido a la tribuna. Y la tribuna está constituida por una masa hambrienta menos de justicia que de satisfacción, en el sentido que la palabra tiene en un contexto beligerante (compensación, venganza, restitución). Y uno no sabe si debe preocuparse más por la reverencia que las instituciones (el Poder Judicial, la Policía) hacen a esa turba exacerbada que pide mano dura o por el avance de las creencias de esa turba en todo el espectro social

   La lamentable muerte de un policía en el enfrentamiento a balazos en Pocitos hace un par de semanas despertó manifestaciones de dolor y solidaridad de montones de personas que no se detienen un segundo a lamentarse cuando un albañil muere al caer de un andamio, o cuando una travesti es asesinada en plena calle, o cuando una mujer muere en su propia casa, a manos de su compañero. El horror a la violencia no es tal: lo que hay es el horror a un tipo específico de violencia, cometido contra la propiedad. Horror a ese malviviente que nos querrá quitar lo que es nuestro. Horror al que se lleva una vida por unos pesos. Horror porque esos pesos serán gastados en droga, o en ropa deportiva de marca, o en celulares. Horro a esa ajenidad, a esa extranjería radical, pero sobre todo horror a lo que hay de parecido a nosotros en ese otro. Siniestro, diría Freud.                                         Los delincuentes no sólo son violentos, sino que quieren tener lo mismo que tenemos todos. No quieren, sin embargo, tenerlo como se debe, trabajando y esforzándose. Así que se aprovechan del esfuerzo de los honestos, los despojan de todo y hasta les quitan la vida, llegado el caso.
                                       Rafael Bayce usa una expresión que le envidio: “conductas criminógenas”. Y dice que la preocupación por atender a las conductas criminales hace que pasemos por alto las conductas criminógenas: la explotación, el despojamiento, el estímulo al consumo, la cosificación, entre otras. Hay una responsabilidad que se soslaya cada vez que olvidamos las conductas criminógenas. Por eso, ante la embestida justiciera que reclama que las madres paguen por los crímenes de sus hijos (la misma embestida que celebró el cese del pago de la asignación familiar por los menores incumplidores) se vuelve imprescindible exigir que se suba todavía otro escalón en la cuesta de las culpas y las responsabilidades. Que se vaya un paso más allá, o dos, o los que sea necesario, para tener una hipótesis que establezca en dónde empezó el abandono social de las obligaciones, ya no en relación a esos menores, sino en relación a sus madres, a sus abuelas, y seguramente, si no cambiamos el enfoque, en relación a sus hijos. Porque esos menores, si no los tienen ya, muy pronto van a tener hijos. Y ya no están alcanzando las cárceles.
Nos acompañaron con la música :



Oscar Aleman
       y
Robert Plant

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