miércoles, 4 de agosto de 2010

MARILYN




ORACIÓN POR MARILYN MONROE

Señor recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,

aunque ése no era su verdadero nombre

(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años

y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)

y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje

sin su Agente de Prensa

sin fotógrafos y sin firmar autógrafos

sola como un astronauta frente a la noche espacial.

Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)

ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo

y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.

Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.

iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno

pero también algo más que eso...

Las cabezas son los admiradores, es claro

(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).

Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.

El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo

en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano

expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox

que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.

Señor

en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,

Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda

que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.

Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).

Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,

el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.

Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros

por nuestra 20th Century

por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.

Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.

Para la tristeza de no ser santos

se le recomendó el Psicoanálisis.

Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara

y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena

y cómo se fue haciendo mayor el horror

y mayor la impuntualidad a los estudios.

Como toda empleadita de tienda

soñó ser estrella de cine.

Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.

Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados

que cuando se abren los ojos

se descubre que fue bajo reflectores

¡y se apagan los reflectores! Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)

mientras el Director se aleja con su libreta

porque la escena ya fue tomada.

O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río

la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor

vistos en la salita del apartamento miserable. La película terminó sin el beso final.

La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.

Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.

Fue

como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga

y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER

O como alguien que herido por los gangsters

alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:

quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar

y no llamó (y tal vez no era nadie

o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)

¡contesta Tú al teléfono!


Ernesto Cardenal


¿Cuál es el significado y el alcance que podemos atribuir a el fenómeno Marilyn Monroe?

Los Ángeles, California, Estados Unidos, 1 de junio de 1926 – 5 de agosto de 1962),

Es evidente que la respuesta a esta pregunta depende en gran medida del significado y alcance que demos al propio fenómeno Nadie niega que este fenómeno tiene sociológicamente un alcance universal, dada la difusión mundial que la figura de la actriz tuvo en vida, así como la presencia internacional que ella sigue manteniendo a los cuarenta años de su fallecimiento, el 4 de agosto de 1962. En ese mismo año fue reconocida como la estrella más popular del mundo (World's Most Popular Star), con la entrega del Globo de Oro (Golden Globe), una especie de Premio Nobel del Cine y un episodio más de los procesos de globalización de la segunda mitad del siglo XX. No se trata sólo de un fenómeno sociológico, comparable a otros muchos fenómenos paralelos. Su importancia en la llamada «vida cultural» podría deducirse también de la relación con Arthur Miller y no precisamente por su mera relación matrimonial, que se extendió desde 1956 hasta 1961, puesto que Marilyn Monroe también estuvo casada unos meses (en 1954), y por segunda vez, con una estrella de baseball, Joe DiMaggio, una especie de Ronaldo de la época. Lo significativo de su relación con Arthur Miller es que Marilyn Monroe tuvo que ver también con la producción dramática de este autor. Obras importantes como The Misfits tienen que ver con MM, y sobre todo, en la tragedia After the Fall, que Arthur Miller presentó en Broadway en 1964 dirigida por Elia Kazan; obra que fue traducida y adaptada al español por Adolfo Marsillach: Después de la caída. Pero también es evidente que el hecho de la difusión universal de una figura no es suficiente para medir el alcance y significado de esta figura. Todo depende del papel que en esta universalización pueda atribuirse a la figura misma. Marilyn Monroe sería un icono fabricado por la industria cinematográfica americana, de Hollywood principalmente, y ofrecida al mercado internacional como un sex-symbol, como un «objeto de deseo». La fabricación de este icono, para distribuirlo en el mercado internacional, habría implicado la explotación de la individualidad inocente e ingenua, de carne y hueso, de Norma Jeane, que, en manos de sus explotadores insaciables, incitados por la presión de un mercado capitalista de elasticidad indefinida, presionó sobre la vida de Marilyn hasta un punto tal que determinó su desequilibrio y aún su prematura muerte (que algunos interpretan como asesinato, y otros como suicidio).


Por consiguiente, el icono no representó a la Norma Jeane real, cuya identidad personal habría sido destruida y fragmentada incluso en el propio ámbito de su icono. Algunos ven, en el montaje serigrafiado de la fotografía de Marilyn realizada por Andy Warhol, la prueba de esa deconstrucción o fragmentación de la misma identidad de la persona y del icono de la actriz, que cabría constatar desde las coordenadas de los críticos posmodernos. A los cuarenta y ocho años de su fallecimiento, MM es ante todo, desde luego, un icono Para una cierta clase de críticos de la cultura, periodistas, &c., «icono» viene a ser un término relativamente exótico en español; un término procedente inmediatamente del francés; y los analistas franceses «de la cultura», con la cursilería y gratuidad que caracteriza a muchos de sus intérpretes pueden haber dado a algunos españoles la impresión de que bastaba utilizar el término «icono» para decirlo todo, como si se tratase de un término técnico de diagnóstico. Cuando se añade: el icono MM es «ofrecido al mercado internacional como objeto de deseo autoreferente, como objeto erótico», parece que se ha agotado el asunto, con la precisión propia de un experto. En realidad no se ha dicho nada, sino una reiteración y abstracta de los presupuestos de un psicoanálisis vulgar.

Un icono es una imagen; pero no una imagen natural, Los iconos son imágenes, sin duda, imágenes corpóreas (no son imágenes «mentales», ni alucinaciones, ni pseudopercepciones), pero imágenes artificiales, fabricadas por algún «demiurgo». Los iconos son cuadros pintados, o esculturas, es decir, figuras que representan «superficialmente» (es decir, en una superficie plana o curvada) algo distinto de sí mismas. No son autoreferentes, y, por tanto, no pueden ser normalmente «objetos de deseo», salvo para los enfermos que las conviertan en fetiches, en el sentido, ahora sí, freudiano. Y sólo por analogía podríamos decir que un icono es tratado como fetiche cuando su valor icónico de uso queda subordinado a su valor de cambio y a su precio en el mercado: es la «fetichización», en el sentido de Marx, que, por supuesto, sólo muy lejanamente tiene que ver con el fenómeno Marilyn Monroe.

¿Y qué es lo que representa un icono Los iconos serán aquellos cuya referencia es individual: son los retratos, iconos que son interpretados como representación de individuos reales, y por supuesto corpóreos. Icono incluye representación semejante Otra cosa es que la semejanza esté mejor o peor conseguida; o que, faltando la referencia del icono idiográfico, no sea posible probarla; o que se declare a esa relación, en muchos casos, como absurda, cuando los iconos pretenden tener referencia individual, dotada de unicidad, pero a la que se le atribuye naturaleza espiritual o infinita. Los iconos son, además de modelos, modelos normativos, arquetípicos, distribuibles, que más que representar una realidad individual, como retratos, se ofrecen como esquemas a los que se ajustan o deben ajustarse otras realidades individuales, bien sea de manera isológica (como paradigmas), bien sea de manera heterológica (como cánones) Supuesta la distinción entre iconos, la situación más interesante es la planteada por aquellos casos en los cuales tiene lugar el proceso de metamorfosis de un icono en otro O, por decirlo más explícitamente, en los procesos de canonización de un icono idiográfico . Cabría además acogerse a una suerte de evhemerismo iconológico, en virtud del cual nos inclinásemos a decir que todo icono canónico tuviese como origen un ídolo idiográfico, un retrato de algún individuo de carne y hueso. Lo importante es que en el proceso de la canonización, la vida individual desaparece, pierde su interés, al transfigurarse en una vida puramente personal (per-sonare), y a lo sumo sólo lo mantiene a través del icono canonizado. Por tanto lo que sí es imprescindible advertir es el hecho, que antes hemos mencionado, de la superficialidad que por naturaleza es inherente a los iconos en general, y a los iconos canónicos en especial. Superficialidad quiere decir: lo que tiene que ver con la superficie, y no con algo que pueda estar detrás de ella o dentro de ella. La superficialidad es característica común


El icono necesita ahora del mito, pero no porque el icono sea un mito (como tantas veces se dice al analizar el icono MM) sino porque está envuelto en el mito y sólo a través de él puede interpretarse. Norma Jeane fue una mujer real, de carne y hueso, que nació en 1926. Nadie duda que Norma Jeane fue una mujer real, no un ente de ficción. Parecen bien demostrados muchos datos de su biografía: la condición de hija de padre desconocido, los trabajos de su niñez, sus ocupaciones en la adolescencia como modelo de fotógrafos, el divorcio en 1946 de un matrimonio que duró muy poco, su entrada en Hollywood, sus relaciones con importantes directores, ejecutivos y empresarios de cine, su matrimonio con Arthur Miller, sus relaciones con el presidente Kennedy; algunas cadenas de televisión han divulgado las relaciones que con Marilyn tuvieron los investigadores del FBI, que dirigido por J. Edgar Hoover, decidieron controlar los movimientos de MM (aunque también investigó el FBI, y existen los expedientes, a Marlene Dietrich como sospechosa de espía nazi; a Frank Sinatra, a John Lenon, &c.). Lo que podría resultar paradójico es que en la época en que las fotografías de Norma Jeane aparecían en portadas de revistas, pero sin ser aún un icono, lo hacían de forma anónima, y cuando tuvieron nombre, éste fue un pseudónimo, formado por el apellido de su madre y el nombre de un actriz ya desaparecida, Marilyn Miller (1898-1936).

Pero lo realmente interesante es el proceso de transformación del icono idiográfico en icono normativo. Es decir, el proceso de canonización del icono originario; proceso en el cual las referencias individuales comienzan a borrarse, a ser asunto de rumores, leyendas, cuentos, mitos. Y mitos irrelevantes porque el ascenso de la popularidad de Marilyn fue determinándolo así. Eran rumores que constituían un acompañamiento de fondo, pero sobre ellos destacaba sobrevolando la figura de un icono canónico.

No cabe confundir por tanto, la canonización del icono con una «pérdida de su identidad»; lo que algunos llaman «naufragio de esa identidad» era precisamente la elevación de una identidad sustancial a una identidad esencial, a su condición de personalidad pública. Menos aún cabe decir que fue la identidad del icono universal la que nació desmoronándose: al revés, la consistencia del icono canónico, la «consistencia icónica», se mantuvo asombrosamente idéntica a sí misma, acaso porque el tiempo de su despliegue en vida fue muy breve (unos trece años). En cuanto al contenido del icono. Lo que consideramos esencial es que este icono nos muestra la figura inequívoca de una mujer de raza indoeuropea, con acusados rasgos nórdicos, y aún esteurópidos El icono podría figurar en un libro de antropología como prototipo de la raza nórdica. Más aún, el icono de Marilyn no se reduce, en sus contenidos semánticos, a la anatomía antropológica del modelo, a su desnudo. Norma Jeane aparecía muchas más veces desnuda y anónima, pero el icono de Marilyn Monroe es el de una mujer vestida. Marilyn Monroe es una mujer blanca, pero vestida, una «mona vestida». Y no de cualquier modo. El icono de Marilyn no nos ofrece una mujer vestida de hindú, de japonesa, de azteca, de mora o de porruana: MM viste según la moda occidental, la de los años cincuenta y sesenta, los años de la Guerra Fría, el icono MM como modelo, no ya del «eterno femenino», sino de la mujer americana blanca, de la novia y madre de los americanos que estrenan el Imperio universal y ensayan el ascenso hacia el Estado de Bienestar. Por ello el icono de Marilyn no es el icono de una mujer negra, pero tampoco japonesa, o china, o mora o hispana. Es una mujer blanca nórdica, no precisamente germánica. Y como hemos dicho, el icono va vestido con los trajes y modelos del diseño americano. MM es americana y representa a Norte América, al Imperio que está naciendo: por eso la mujer del icono es extrovertida, sonriente. Su rostro es transparente, por no decir de expresión vulgar, no contiene ningún mensaje de misterio, de complejidad, de «mujer fatal», como pretendían serlo la Dietrich o la Garbo. Marilyn Monroe es el icono que representa el canon fenoménico que los americanos proponen para la nueva etapa de su historia, para orientar el arquetipo al que habrán de sujetarse las novias y las madres de los futuros americanos, muy lejos de arquetipos chinos, japoneses, negros o hispanos.


Marilyn no es un icono que exprese la disposición a recibir algo divino. Y si en algunas fotografías Marilyn cierra los ojos lo hace juntamente con la boca entreabierta, una boca que sugiere que otros hombres ya han poseído o están dispuestos a poseer a otras mujeres normadas por el canon. Es ella la que se ofrece como canonNada de muchacha ingenua, explotada, utilizada por insaciables empresarios capitalistas. Norma Jeane sabía lo que quería, y utilizó a esos empresarios o ejecutivos tanto o más como ellos la utilizaban a ella. Fue Norma Jeane la que, tras sus primeros pasos de tanteo, a través de los cuales va advirtiendo el impacto que causa a los hombres que la fotografían, tras aceptar (ya casada con un marine, que estaba en Europa) la propuesta de un fotógrafo importante que le abre las puertas a primeras portadas de revistas y a Hollywood, un húngaro con cierta «cultura europea», que se enamora de Norma, que acaba correspondiéndole –«contigo he tenido mi primer orgasmo»– y aún se promete con él en matrimonio. Es aquí donde tienen lugar los primeros pasos de MM. Incluso su nombre.

Pero MM sigue su destino. De poco le sirvió al fotógrafo haber logrado que MM experimentase su primer orgasmo. Ella iba a otra cosa: no iba a la caza de orgasmos, porque Marilyn tenía otro destino, el destino que la orientaba hacia su proceso de canonización, hacia su transformación en un icono canónico. Todo lo demás era irrelevante para ella, a pesar de los pesares. Y si no lo era para ella tampoco ha de serlo para nosotros. . Porque Marilyn ha ido seleccionando y eligiendo todos aquellos que podían contribuir a su canonización. Integramente se consagra a lograr su fama, como explícitamente confiesa ella una y otra vez.


No busca la inmortalidad más allá de la vida, ni las riquezas, ni la felicidad: ella busca la fama. No es precisamente ambición, ni algo describible en términos meramente psicológicos. Más bien se diría, utilizando las palabras de Shakespeare, que ella se ocupará en adelante, «en ser lo que aparece». Y sin duda, al ir escalando niveles sociales cada vez más altos, advertirá que su icono, al relacionarse con personas concretas, tendrá que llenarse de contenidos también concretos. Pero ya es tarde. Ella está muy poco cultivada. Lee algunas páginas de Dostoiewski y de Proust. ¿Qué más da? ¿Qué podría entender ella de todos esos cuentos? Pues la cuestión no es leer, sino disponer de las categorías pertinentes para interpretar lo leído. Más le interesan las lecciones de arte escénico de Lee Strasberg. Esto es lo suyo.

Marilyn va sabiendo penosamente que su personalidad individual se ha transformado en un canon. Por eso incluso se siente a veces explotada, pero no precisamente por motivos económicos. Es que su vida estuvo consagrada a ofrecer a Norteamérica el canon de la mujer del futuro, de la madre y de la novia de los norteamericanos blancos. Y cuando se siente desfallecer, cuando ve que se distancia del icono de modo irreversible, muere.

Empédocles, considerado como un Dios por sus conciudadanos, se arrojó al Etna para que no le vieran envejecer.

http://www.monroemovie.com/mm/esp.htm

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