Paul Michel Foucault
Filosofía occidental
siglo XX
Nacimiento 15 de octubre de 1926 Poitiers, Francia
Fallecimiento 25 de junio de 1984 (57 años)París, Francia
Escuela/Tradición Filosofía continental, Nihilismo, Estructuralismo, Post-estructuralismo Michel Foucault (Poitiers, 15 de octubre de 1926 – París, 25 de junio de 1984) fue un filósofo e historiador de las ideas francés. Fue profesor en varias universidades francesas y estadounidenses y catedrático de Historia de los sistemas de pensamiento en el Collège de France (1970-1984). Su trabajo ha influido en importantes personalidades de las ciencias sociales y las humanidades.
Foucault es conocido, principalmente, por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana.
Su trabajo sobre el poder, y las relaciones entre poder, conocimiento y discurso ha sido ampliamente debatido. En los años 1960, Foucault estuvo asociado al estructuralismo, un movimiento del que se distanció más adelante. Foucault también rechazó las etiquetas de postestructuralista y postmodernista, que le eran aplicadas habitualmente, prefiriendo clasificar su propio pensamiento como una crítica histórica de la modernidad con raíces en Kant.
Una mirada sobre el pensamiento de FoucaultLos ejes directrices del gran historiador para pensar la actualidad Michel Foucault advirtió como la modernidad despliega una óptica de vigilancia desde donde ejerce el control de la sociedad y el conocimiento. Diversos estudios del filósofo e historiador Michel Foucault intentan demostrar que aún cuando hay que situar los sistemas punitivos en nuestras sociedades actuales sigue apelándose al cuerpo, a pesar de que los antiguos castigos sangrientos hayan sido sustituídos por métodos más “suaves de encierro o “corrección”.
Ante lo cual argumenta que es posible hacer una historia de los castigos sobre el fondo de una historia de los cuerpos, desde el momento en que varía su objetivo desde el sufrimiento corporal humano en sí hasta la instancia donde el alma o el comportamiento de los delincuentes es la verdadera piedra de toque.
El castigo corporal a través de la HistoriaLos antiguos métodos de penalidad – la deportación, la exclusión, el trabajo forzado o la pena del Talión – fueron sustituídos por uno ampliamente más paradójico: el de la prisión, que surge a comienzos del siglo XIX como una institución de hecho, casi sin justificación teórica.
El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela, después el cuartel, después la fábrica, de tanto en tanto el hospital, y eventualmente la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia.
Para Foucault, la idea de una penalidad que intente seguir encerrando es un ideal casi policial, nacida paralelamente a la justicia o directamente fuera de ella, sin fundamento o justificación alguna al nivel del comportamiento humano.De modo progresivo y cada vez más insistentemente, las penalidades tienen en vista menos la defensa general de la sociedad que el control y la reforma psicológica y moral de los individuos.
Desde Historia de la locura en la época clásica hasta sus libros de la inconclusa La Historia de la Sexualidad se ubican dentro de una filosofía del conocimiento que sitúa en los talleres de la historia. Sus teorías sobre el saber, el poder y el sujeto rompieron con las concepciones modernas de estos términos, por lo que es considerado un postmodernista. Aunque a Foucault no le interesaba la etiqueta, argumentando que prefería discutir la definición de 'modernidad'. Pero se le considera como tal debido a que, aunque compartía con el estructuralismo algunas líneas de pensamiento, careció siempre de la pretensión de cientificidad característica de esta corriente, recalcando el abismo que se abre entre las palabras y las cosas. . Foucault estudia hondamente el poder, rompiendo con las concepciones clásicas de este término. Para él, el poder no puede ser localizado en una institución, o en el Estado, está determinado por el juego de saberes que respaldan la dominación de unos individuos sobre otros al interior de estas estructuras. El poder no es considerado como algo que el individuo cede al soberano (concepción contractual jurídico-política), sino que es una relación de fuerzas, una situación estratégica en una sociedad determinada.
Por lo tanto, el poder, al ser relación, está en todas partes, el sujeto está atravesado por relaciones de poder, no puede ser considerado independientemente de ellas. El poder, según dice, no sólo reprime, sino que también, produce efectos de verdad y produce saber.
Destaca el surgimiento de un biopoder que absorbe el antiguo derecho de vida y muerte que el soberano detentaba y que pretende convertir la vida en objeto administrable por parte del poder. En este sentido, la vida regulada debe ser protegida, diversificada y expandida. Su reverso, y en cierto sentido su efecto, es que para tales efectos es necesario justamente contar con la muerte, ya sea en la forma de la pena capital, la represión política, la eugenesia, el genocidio, etc, como una posibilidad que se ejerce sobre la vida por parte del poder que se fundamenta en su cuidado.
Distingue dos técnicas de biopoder que surgen en los siglos XVII y XVIII. Esta anatomopolítica se caracteriza por ser una tecnología individualizante del poder, basada en el escrutar en los individuos, sus comportamientos y su cuerpo con el fin de anatomizarlos, es decir, producir cuerpos dóciles y fragmentados.
Está basada en la disciplina como instrumento de control del cuerpo social penetrando en él hasta llegar hasta sus átomos; los individuos particulares. Vigilancia, control, intensificación del rendimiento, multiplicación de capacidades, emplazamiento, utilidad, etc. Todas estas categorías aplicadas al individuo concreto constituyen una disciplina nueva.
Tiene como objeto a poblaciones humanas, grupos de seres vivos regidos por procesos y leyes biológicas. Esta entidad biológica posee tasas conmensurables de natalidad, mortalidad, morbilidad, movilidad en los territorios, etc, que pueden usarse para controlarla en la dirección que se desee. De este modo, según la perspectiva foucaultiana, el poder se torna materialista y menos jurídico, ya que ahora debe tratar respectivamente, a través de las técnicas señaladas, con el cuerpo y la vida, el individuo y la especie.
Desarrolló una teoría del discurso, que utilizó para problematizar instituciones como hospitales, manicomios, prisiones y escuelas. Su análisis no se centra únicamente en el aparato coercitivo y en su funcionamiento, sino en los discursos, es decir, el lenguaje de las disciplinas que definen qué es un ser humano.
Se trata de los lenguajes de la burocracia, de la administración, de la medicina o del psicoanálisis; en definitiva, los lenguajes del poder —los cuales no son descriptivos sino normativos, puesto que definen y disponen— tienen el poder de excluir al individuo del cielo de la sociedad y de determinar las condiciones de su admisión en ella: capacidad jurídica, conciencia moral, formación, o disciplina.
Su postura respecto a los enunciados es radical. No sólo elimina cuestiones sobre verdad, sino inclusive cuestiones de significado. En lugar de buscar el origen del significado en algún sujeto trascendental o en relación con las prácticas aceptadas, Foucault niega que el significado tenga importancia alguna en su trabajo.
Su estrategia es describir en detalle cómo surgen las afirmaciones de verdad, qué fue lo que de hecho se dijo y escribió, y cómo esto encaja en la formación de los discursos. Quiere evitar toda interpretación y alejarse de los objetivos de la hermenéutica.
Esta postura permite que Foucault se aleje del punto de vista antropológico y se enfoque en el papel de las prácticas discursivas. Renunciar al significado pareciera acercar a Foucault al estructuralismo. Sin embargo, él se rehúsa a examinar a las oraciones fuera de su papel en la formación discursiva y también se rehúsa a examinar posibles oraciones que podrían surgir de tal formación.
De aquí surge su identidad como historiador, pues sólo le interesa describir oraciones que, de hecho, ocurrieron en la Historia. Todo el sistema y sus reglas discursivas determinan la identidad de la oración; por lo tanto, no tiene sentido distinguir las oraciones posibles de las ocurridas. Sólo las oraciones que de hecho ocurren son las que pueden ocurrir en un sistema discursivo. Así que uno debe meramente describir sistemas específicos que determinan qué tipos de oraciones pueden surgir.
Sociedad panóptica
Surge de esta manera una sociedad panóptica, regida por una forma de poder apoyada en el examen: ya no hay más indagación sino vigilancia individual y permanente sobre los individuos, a modo de control de castigo y recompensa y de corrección, por parte de alguien que ejerce sobre ellos un poder organizado en función de ciertas normas.Estos tres aspectos del panoptismo – vigilancia, control y corrección – constituyen una dimensión fundamental de las relaciones de poder en el paradigma foucaultiano
De las sociedades disciplinarias hacia las sociedades de controlSin embargo, dirá que hoy estamos en una crisis generalizada de todos estos lugares de encierro. Y que son las sociedades de control las que hoy están reemplazando a las sociedades disciplinarias. Sin lugar a dudas asi marcará fuertemente el pensamiento de gran parte del siglo XX,
Lo cierto, retomando el siglo anterior, es que a través de instituciones aparentemente encaminadas a brindar protección y seguridad, se termina estableciendo un mecanismo mediante el cual todo el tiempo de la existencia humana es puesto a disposición de un mercado de trabajo, cuya única opción es la explotación de la totalidad del tiempo y el control del propio cuerpo de los individuos. Todo este proceso culmina con el origen de la prisión como la imagen misma de la sociedad transformada en amenaza, en la forma concentrada, ejemplar y simbólica de las escuelas, las fábricas y todas las demás instituciones de encierro creadas en el siglo XIX.
De la muerte como espectáculo popular a la anulación del sufrimiento físicoEn suma, de los cambios sufridos por el sistema punitorio, en un largo proceso que llevó desde la desaparición del espectáculo público a la anulación del dolor en el momento de la muerte, hemos sido testigos de una aparente revalorización del propio cuerpo.
El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos
. Aquí es donde creo que catastróficamente el mensaje empieza a ser el que retoma diariamente la sociedad actual: “ante un mal inevitable, tratemos al menos de distraer”. ¿Es posible un paralelo con el paradigma de la sociedad actual?Es nada menos que aquello que traba cualquier tipo de toma de conciencia: es una inyección de tranquilizantes en un paciente sentenciado a muerte, es la industria del entretenimiento como única alternativa válida para anestesiar el dolor verdadero con meras apariencias, es tapar el vacío con soluciones superficiales.
En una realidad como en la que se está inmerso, donde la civilización misma parece engullir todo resto de civilidad individual, creer que la prisión se erige simbólicamente como una especie de clausura extrema pero no demasiado diferente a la que el individuo debe hacer frente todos los días no parece ser una comparación apresurada ni una exagerada analogía. Principalmente teniendo en cuenta, entre tantos innumerables vacíos de pertenencia, el lugar cada vez más ínfimo del intercambio solidario o la falta de protagonismo ante una sociedad que se alza como única realidad implacable.
Más aún si pensamos que el rasgo característico de la clausura de un prisionero es la pérdida progresiva de su propia identidad......
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